Reforestemos el corazón
 
La tierra, sometida a constantes atropellos por acciones humanas que no consultan el futuro, acusa los efectos de la destrucción de las leyes de la vida que la rigen.

Los procesos de deforestación y sobre-explotación a que ha sido sometida, muestran el camino hacia la desertización del planeta, cada vez más árido y seco a pesar de los esfuerzos de organizaciones ecológicas, que miran con desespero las perturbaciones al hábitat natural del «rey de la creación» causadas por él mismo, atendiendo el mandato de «dominadla tierra». Desde allí comenzó la ruptura de sus relaciones con el medio.

Para corregir los errores cometidos, los luchadores ecológicos reforestan grandes extensiones de tierra para que ella recupere sus antiguas virtudes y algo han logrado, aunque los destructores siguen siendo la mayoría y el daño crece sin control efectivo.

El interior del ser humano contemporáneo es sometido a diario  a un proceso parecido al que sufre la tierra y ya es evidente la erosión espiritual que está haciendo de su corazón un desierto que es necesario evitar. En el interior del ser humano se ha roto el ecosistema natural, se ha talado el bosque de su sensibilidad y se ha secado el río de la esperanza, acciones que han producido modificaciones profundas en su entorno espiritual.

Nuevas plagas como la codicia han diezmado las especies y el hombre se  volvió un depredador de sí mismo. Ha destruido el bosque primigenio para establecer monocultivos, dañino como todos, porque no permite la práctica beneficiosa de la diversidad.

La deforestación de su corazón ha causado una pérdida considerable del agua de sus cuencas espirituales antes crecidas y vigorosas.

Por el manejo incorrecto de esa tierra interior, ésta va rumbo al agotamiento definitivo, pero el corazón del ser humano es la única tierra capaz de dar vida a la especie que salve al planeta de la catástrofe. Para que sea posible esta acción salvadora, es preciso ¡reforestar el corazón!.

León Octavio Osorno Aguirre

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